Edward Elgar
Compositor«Cuando ya había decidido ser músico», confesó Sir Edward Elgar en una entrevista aparecida en 1904, «y descubrí que las circunstancias de la vida me impedirían hacerlo, lo único que me quedaba era formarme por mi cuenta. Vi y aprendí muchísimo sobre música gracias al aluvión de piezas musicales que pasaban por el negocio de mi padre (una tienda de música). Yo leía todo, tocaba todo y oía todo lo que podía conseguir. Soy un autodidacta en el ámbito de la armonía, del contrapunto, de la forma y, dicho brevemente, en todo aquello que constituye el ‹misterio› de la música».
Edward Elgar nació en 1857 en Broadheath, cerca de Worcester. Su padre, William Henry Elgar, había trabajado para la editorial musical londinense Coventry & Hollier y se estableció por su cuenta como afinador de pianos en Worcester, donde abrió también una tienda de música en la década de 1860. La pequeña localidad, que contaba entonces con una población de unos veintisiete mil habitantes, era, junto con Gloucester y Hereford, una de las sedes del Festival de los Tres Coros, por lo que Elgar, que aprendió por sí solo a tocar el piano, el órgano, el fagot y los cuatro instrumentos de cuerda, creció con la tradición coral de los trabajadores británicos. Trabajó como organista y músico de orquesta, además de como director de sociedades corales y orquestas de aficionados. Las obras de Elgar prendieron el interés del público británico partir de la década de 1890. Los estrenos del oratorio [El sueño de Geroncio] y de las Variaciones Enigma cosecharon un éxito tal bajo la dirección del famoso director wagneriano y brahmsiano Hans Richter que el compositor consiguió posteriormente el más alto reconocimiento nacional e internacional. Las marchas orquestales [Pompa y circunstancia], que siguen tocándose en la actualidad como parte de la Última Noche de los Proms, le granjearon en última instancia a Elgar su reputación como compositor nacional: la primera marcha, con el texto «Land of Hope and Glory» («Tierra de esperanza y gloria»), de Arthur Benson, se convirtió en el himno nacional oficioso de Gran Bretaña. El Concierto para violín de Elgar, encargado por Fritz Kreisler y estrenado el 10 de noviembre de 1910, fue ensalzado por sus contemporáneos como la mayor obra nacida dentro de su género tras el Concierto de Beethoven.