Frédéric Chopin

Compositor

El crítico parisiense Ernst Legouvé escribió, no sin humor: «A la pregunta de quién es el más grande pianista del mundo, Liszt o Thalberg, cabe únicamente una respuesta: ¡Chopin!» Felix Mendelssohn Bartholdy se mostró también entusiasta: «Como pianista», escribió en una carta en mayo de 1834 a su madre, «Chopin es ahora uno de los primerísimos: hace cosas tan nuevas como Paganini al violín y consigue cosas maravillosas que jamás hubiera podido pensarse que fueran posibles».

Frédéric Chopin, que nació en 1810 en un pequeño pueblo al oeste de Varsovia, fue un niño prodigio musical. En 1829 completó sus estudios con Józef Elsner, en cuyo último juicio sobre su discípulo afirmó lacónicamente: «talento excepcional, genio musical». Después de que el Ministerio de Educación polaco hubiera rechazado la solicitud de una beca del pianista del siglo y compositor de diecinueve años, Chopin viajó a Viena a su propia costa para presentarse ante el público musical. Debutó en agosto de 1929 en el Kärntnertortheater como pianista y compositor: con un éxito impresionante. Después de actuaciones igualmente aclamadas en Praga y Dresde, Chopin regresó a Varsovia. Aquí ofreció su primer concierto público en la ciudad, que causó furor, en marzo de 1830. Debido a la creciente crisis política, el músico abandonó para siempre su país el 2 de noviembre de 1830, realmente en el momento justo, ya que el 11 de noviembre, con la toma al asalto del Palacio de Belvedere de Varsovia, comenzó la sublevación contra la ocupación rusa, que sería aplastada sangrientamente el otoño siguiente. Tras su debut en París en febrero de 1832, en el que también estuvieron presentes Mendelssohn y Liszt, Chopin se convirtió en uno de los músicos más famosos de su tiempo, siendo reconocido universalmente como un virtuoso y un compositor extremadamente innovador: «Quítense los sombreros, señores: un genio», fue el veredicto del compositor y periodista musical Robert Schumann. Chopin ofreció su último concierto en París el 16 de febrero de 1848. Tras la revolución que estallaría pocos días más tarde y una estancia de siete meses en Gran Bretaña, regresó a la capital francesa con su salud muy deteriorada. Por deseo propio, tras su muerte el 30 de octubre de 1849, sonó en la Église de la Madeleine el Réquiem de Mozart.

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